16.1.09

Hasta que cese la matanza (30)

De los muertos Micaela , no habla más que con los muertos.

El día que alcanzaron a Sasha,
y Micaela apareció de la nada en mitad de la calle,
no hubo un solo soldado al que no le temblara el fusil entre las manos:
“¿Es que ninguno de vosotros va a acordarse nunca de su madre en esta guerra de
mierda?-aún tenía el cabello rubio como el trigo.
Pues no. Ninguno.
Era la guerra.
Cuando uno está matando gente no se acuerda de su madre.
Ni de lo bueno que era para la tos la miel con limón y para el pecho,
la pomada de eucalipto.
Y lo más bueno era que era mamá quien era lo bueno de la pomada de eucalipto.
Tan bueno que a veces tosías de mentira,
para que ella te frotara con aquella cosa fría y con olor a menta.
Y luego venía un beso.
Y eso era lo mejor.
Lo mejor de lo más bueno...
De los muertos, Micaela,
no habla más que con los muertos.
Lloran, se ríen...se echan mucho de menos.
Aunque nunca les dice, que a menudo,
quiere parar el mundo con sus manos y ponerlo a girar en sentido contrario hasta que
todo fuera como antes.
Como antes de Milosevic,
de los niños llorando y los cadáveres tirados por el suelo.
Como antes,
cuando había más platos en la mesa,
Y Sasha podía pasear por Sarajevo su magnifica sonrisa.

Billy MacGregor

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